BITÁCORA DE «LOS PÁJAROS DE LA MEMORIA» EN CUNDINAMARCA

Bitácora de “Los pájaros de la memoria” en Cundinamarca

 

El TEF hace parte de la memoria de Fontibón

Fontibón, como gran parte de lo que queda de indígena en Colombia, es una palabra que representa un pasado blanqueado por el proceso colonizador. Significa “poderoso capitán” y era una zona ampliamente poblada por los muiscas. Allí, al occidente de Bogotá y como a quince minutos del aeropuerto El Dorado (otra alusión a la colonización) está el TEF Teatro Experimental de Fontibón, un grupo fundado por la familia Ramírez, en el año 1979, en medio de un contexto de persecución y represión hacia expresiones políticas alternativas a las establecidas, época en que se dan los primeros vínculos entre el narcotráfico y el Estado, pobreza, violencia urbana y rural, con pocas posibilidades de acceso a la educación y al arte, las mejores herramientas para hacer conciencia de la realidad en que se vivía en Colombia en esa época.

El nombre de la sala de teatro del TEF se llama “Augusto Boal” y enuncia la razón de ser de un grupo con amplia historia de barrio, de integración comunitaria en comparsa, de tejido social, de tomar la calle como lugar de la convergencia y no de la violencia, y reclamarla como un espacio para la educación, para el juego, para la expresión del ser a través del arte como una postura crítica y de resistencia frente a una realidad social indigesta. 

Yo no los conocía, pero me sentí tan acogido, que sentí la misma familiaridad que Santiago, Tustús y Carlos en el trato que me dieron; ellos ya se conocían de diferentes versiones del Gesto Noble, y otros festivales en que pudieron haber coincidido; el hecho es que se nota un vínculo muy bello que solo se puede generar cuando se trabaja entre personas que tienen convicciones similares; además “Los pájaros de la memoria” -lo pienso desde la dramaturgia sobre todo- tiene un alcance tan latinoamericano como la labor social y cultural que desarrolla el TEF. 

En la sede, un edificio de tres pisos y una terraza, viven los fundadores Emilio y Ernesto con su hermana “Elenita” y a quien podría describir como el “alma del grupo”. No sé exactamente la razón, pero tal vez tenga que ver con que la sede es justo la casa de sus padres. Allí inició nuestra mini temporada por Cundinamarca de “Los pájaros de la memoria”. 

La sala Augusto Boal está muy bien equipada y el montaje fue sencillo. Antes de función fuimos a conocer “El solar” un nuevo espacio que adquirieron los del TEF como bodega en un principio, y que ya estaban empezando a movilizar como una nueva sede; hay que tener muchas agallas para mantener dos salas de teatro. 

Nuestra función salió muy bien a excepción de un percance con la boya (voy a tener que dedicarle un texto a la boya porque es una constante) y fue que se me enredó en una escena en la cual baja hasta el piso, y por tal motivo se quedó a media marcha, obligando a los muchachos a solucionar con las herramientas que han obtenido en tantos años de trabajo, – ¡Al menos! – porque yo estaba con los nervios a toda. Angie, que es la encargada de lo técnico en el TEF corrió en mi ayuda y bueno, todo salió. 

Al final, entre los comentarios del público surgió la reflexión por el papel político del arte y del teatro, específicamente, ¿cuál es la posibilidad de la imagen poética como crítica social?, y esta frase: “El teatro mientras más poético, más político y mientras más político, más poético”, frase que venía de Yohan, quien particularmente me pareció el más “mamagallista” del grupo. Hubo otro comentario, que confirma de una u otra forma esa reflexión tan elaborada y fue de una mujer que estaba llorando conmocionada al referirnos que tenía algunos familiares que estaban en situaciones similares actualmente. Esta obra es de una realidad abrumadora, y se ha vuelto una constante el llanto del público.

En Teatro Fahrenheit 451 la memoria es literatura

La escritura y la memoria no son adversarias. De hecho, a lo largo de la historia, se han salvado la una a la otra: las letras resguardan el pasado; y la memoria los libros perseguidos”
Irene Vallejo.

Al terminar de desmontar y empacar en Fontibón, salimos para Chía que está a hora y media de Fontibón, hacia el Teatro Fahrenheit 451, donde dormimos plácidamente después de un largo día de viaje y de trabajo. Los y las compañeras de Fahrenheit son muy cercanos a nosotros y la amistad que se ha tejido en años de trabajo se vio reflejada en la especial acogida que nos dieron. Nosotros fuimos al “VII Encuentro en la Escena Cundinamarca”, a este festival, que organiza Fahrenheit 451, llevan dos grupos externos, uno de otra región del país y uno internacional.

A propósito, Fahrenheit 451 es uno de esos nombres que nos hablan de la relación intrínseca del teatro con la literatura, siendo este el título que lleva una de las novelas más representativas de Ray Bradbury y señala la temperatura en que cierto tipo de papel, del que están hechos algunos libros, arde y se consume. La novela plantea una sociedad distópica en la cual hay unos seres encargados de quemar los libros y otros seres que, a raíz de esa persecución, memorizan esas obras para que vivan en la memoria y puedan ser divulgados oralmente. De cierto modo el teatro también mantiene viva una literatura y sus historias como una memoria oral-escénica frente una oficialidad que históricamente ha querido borrar las huellas de las voces que han denunciado sus agravios, y las críticas manifiestas en los libros. Las ideas que la oficialidad ha reprimido en Colombia a través de la quema de libros son precisamente las ideas que infunden el fuego en la escena, la potencia vital de un pensamiento que pervive. Esta particular manera de entender las artes señala también la naturaleza del trabajo de los “Fahrenheit”.    

 A decir verdad, la sede es bellísima y amplia, tiene café-restaurante y en la parte de atrás está el teatro. Se nota que han trabajado mucho para mantenerla viva y activa en sus veinte años de existencia. La sala es alta, espaciosa y tiene el piso de madera y una buena estructura para las luces y la disposición de la escenografía; en fin, es una sala muy cómoda, muy agradable y preciosa.  Como pasa normalmente con todos los grupos de teatro en Colombia, la sala cuenta con menos años que el grupo, en este caso particular, el grupo data de enero de 2004 y la sala del 2012. Sería bastante interesante pensar la historia de las salas del teatro colombiano y su relación con los “ecosistemas culturales”, porque no todos los grupos de teatro cuentan con salas propias, ni estrictamente tienen el interés de hacerlo, pero digo que un trabajo así nos llevaría a comprender particularidades de cómo se da el teatro en nuestra realidad como colombianos. 

Pues bien, en Fahrenheit 451 fue nuestra segunda función en Cundinamarca, el mismo día del lanzamiento del festival que contó con una comparsa inaugural y un concierto en la cancha del sector. Además, Carlos dictó un taller de dramaturgia: “Escribir como hablo” en la mañana. 

Es maravilloso presentar en otros lugares porque la obra, al igual que los seres que la crean, comparten la vivencia, es decir, acumulan experiencia que les permite mejores herramientas para la cotidianidad, y la cotidianidad de la obra y de quienes se dedican al teatro es la escena, pues bien, nuestra obra crece o se envejece en la medida en que la presentamos y se enriquece mucho más cuando está fuera de casa, y así le pasó a “Los pájaros de la Memoria” en Fahrenheit 451, que inició con una especial presentación que nos hizo Gabi; el compañerismo, el amor, la amistad entre los mismos grupos también enriquecen las obras. 

La obra acabó, comimos, compartimos con conocidos que fueron a vernos, desmontamos y nos fuimos a descansar porque al siguiente día nos esperaba La guarida del zorro en Bosa, a dos horas y media de donde estábamos. 

La Guarida del Zorro

La Guarida del Zorro es la morada de la familia de Carlos. Allí trabajan Gloria, su hermana, Richi el esposo de la hermana y Mafe y Juan, los sobrinos. Todos cumplen un roll en virtud del funcionamiento del teatro. Allí también hay muchos años de teatro en comunidad y en familia acumulados.

Cuando llegamos a “La guarida” estaba ensayando la comparsa que saldría en la celebración del cumpleaños de Bogotá. Este es un evento importante en la ciudad y recuerdo que también los del TEF tenían en “El solar” una sandía gigante, que también saldría en este mismo evento; la sandía es uno de los símbolos de la resistencia palestina. 

Me sorprendió mucho la cantidad de jóvenes presentes en la comparsa, lo que habla de la capacidad de movilización del teatro en este sector de Bogotá. Llegamos entonces a una calle que tenía dos estructuras que semejaban bolas de acero y un imperativo toque de tambores, trompetas y demás instrumentos que salían de un garaje muy grande. La fachada del teatro es muy bonita y la primera impresión al llegar es la de un taller de arte. 

El montaje había sido adelantado por Carlos, y Juan su sobrino, nos estuvo ayudando con todo lo que tiene qué ver con luces. Como la obra venía “calientica” de los dos días anteriores en Fontibón y Chía, estuvimos tranquilos a la hora de la función. Hubo lágrimas nuevamente en medio de la representación y al finalizar algunos comentarios sobre el trabajo de Patricio Estrella en relación con nuestro trabajo; se habló de que esta obra mostraba la solidez estética de nuestro grupo, pues varios asistentes conocían nuestro proceso y, ¡oh maravillas de la vida! Entre el público contábamos con personas de nuestra tierra, amigos de los muchachos y otras personas que fueron solo a vernos, pues según me dijo Richi, nunca antes los había visto en la sala, una sala que llenamos. 

Sonaron los mocos después de las respectivas lágrimas, ojos hinchados, chocolateados los menos y rojizos; una vez que terminamos con la retroalimentación del público llegó el momento de la foto con un tablero que decía: función # 158 y es que ellos llevan el recuento del número de presentaciones que allá se realizan. De “Los pájaros de la memoria” esta era nuestra función décima, tres en Ecuador, cuatro en El Carmen y tres en Cundinamarca. 

Allí cerramos una pequeña gira en familia, y celebramos en familia, conocimos más a fondo a quienes hacen posible ese bello proyecto. Otra cosa que quisiera señalar es que se nota una hermandad en los teatros de Bosa, pues al día siguiente fuimos a la sede de “La casa de las luciérnagas” otro grupo que trabaja en virtud de la comunidad y que realizan un trabajo muy bello de investigación-creación con alta participación de la comunidad, y nos brindaron, para nuestra biblioteca, dos ejemplares de libros ilustrados, producto de su labor. Alla pudimos asistir a una representación de teatro callejero unas horas antes de volver a casa. 

Felipe Castaño, 28 de agosto de 2024

Por favor considera compartir esta publicación en tus redes sociales.

Estamos en línea y listos para asistirte en lo que necesites
Scroll al inicio