Los polis en Pedregal
Escrito por: Felipe Castaño
Cuando llegamos a Pedregal nos sentimos en familiaridad, pues fuimos recibidos por el director de la casa de la cultura que, por azares de la vida, es el vocalista de Frankie ha muerto y al cual Carlos, Santiago y Elkin ya conocían del Víboral Rock, cuando eran técnicos del festival. Fue un buen inicio que tuvo su estocada final con el almuerzo, uno de los momentos del día que hace soportable la existencia. Después de almorzar, y un poco aperezados por el trayecto y la llenura, nos pusimos manos a la obra.
Como esta función se presentaba por auspicio de Comfama, ellos se encargaron de los requerimientos técnicos: una tramoya para luces, un audio de muy buena calidad y un sistema de telonería bastante práctico para habilitar una caja negra en cualquier espacio, así que por ese lado no había excusa. Allí conocimos a “Bolita” un simpático y gentil muchacho, todo lo contrario (a primera impresión) de su jefe “Don Carlos” un señor alto y canoso que mantenía con su botella de Coca-Cola y que llegó regañando a Bolita, por lo que Carlos (el nuestro) le dijo alguna verdad de soslayo, pues no era razonable esa actitud frente a un muchacho tan trabajador. Después nos dimos cuenta que “Don Carlos” era muy buena gente sólo que por su semblante parecía serio a cada momento y no se distinguía cuando hablaba en tono de charla.
Resuelto del contratiempo característico en todas las funciones fuera de casa –el de esta vez fue porque el técnico, Felipe, que no pidió los cables de señal para las luces que, normalmente y en su defensa, nunca se piden- Johana (gestora cultural de Comfama) nos llevó al parque recreativo de esta institución en Pedregal donde nos presentó muchas personas que sería difícil enumerar por la cantidad. Una biblioteca muy bella y bien dotada, zona de natación, deportes, relajación, una exposición sobre Fernando González El brujo de Otraparte y un profesor de artes marciales, fueron los elementos de mayor recordación en mi memoria. Finalizado el recorrido y ya en la casa de la cultura, Fabio, el director, nos mostró un grupo de punk El club de sordos, el cual estaba conformado por profesores y en el que también es vocalista.
Día fructífero, sólo faltaba hacer lo que realmente nos correspondía hacer, presentar. Era la segunda vez que presentábamos esta obra en un espacio que no fuera el nuestro -días antes la habíamos llevado a Sonsón- lo que causa un “sustico” adicional al que siempre invade antes de cada función. Concentrados hasta el final recibimos un caluroso aplauso de un público muy variado y en la charla posterior, los niños tuvieron mayor voz. Ellos se asombraron de que al actor que matan al final siguiera vivo y la conversación giró en torno a las posibilidades que brinda el teatro para que este suceso sólo fuera escénico y nada más.
Desmontamos y tras una merecida cerveza, “Don Carlos” tomó Coca-Cola, nos dimos cuenta que Johana también tuvo la misma impresión que nosotros cuando lo conoció y, a falta de más, él nos dijo que todas las personas tenían ese mismo concepto cuando lo conocían. Antes de que este texto empiece a tornarse largo, cerraré diciendo que las primeras impresiones a veces nos alejan de los otros, que este mundo es un pañuelo y que escuchen El club de sordos.
Escrito por: Felipe Castaño Quintero, Licenciado en Filosofía y Letras e integrante de Teatro Estudio.