Escrito por: Felipe Castaño
Nos presentamos nuevamente en Acordes, hace poco más de un mes habíamos estado con Los polis o ¿Quién mató a María?; esta vez llevamos El Monte Calvo, una mini-temporada de dos días. Hasta ahora solo nos falta llevar Tenías razón y con esto pasaría todo nuestro repertorio por esa casa, esta misma situación nos sucede con Sonsón, lo que quiere decir que Marinilla y Sonsón son los municipios donde más hemos mostrado nuestro trabajo.
Esta vez hicimos un ejercicio muy interesante para calentar la obra antes de la función, la idea era soltar los gestos habituales y liberar la expresión, jugar al error para hacer cosas diferentes, para encontrar cosas nuevas y darle espacio a otros hallazgos desde el cuerpo, desde la música, desde el texto, desde el movimiento. Realmente este tipo de ejercicios refrescan nuestra manera de entender la obra y amplía la comprensión que cada uno tiene desde su rol; además, es un ejercicio bastante divertido porque nos dispone hacia las ocurrencias del otro y a estar atentos a solucionar, a seguir jugando con la propuesta del compañero mientras se repasa la estructura de la obra.
Algo muy grato con el público fue el hecho de que asistieron en su mayoría estudiantes del colegio, por lo que fueron muchos jóvenes y nos sorprendió que al siguiente día, algunos quisieron repetir, hasta uno de ellos pidió que le firmaran un avión de papel. Esto se debe a una alianza que tiene Acordes con una profesora de la Institución Educativa la Industrial; es maravilloso que este tipo de convenios se den porque el teatro es también una alternativa de vida, de resistencia, frente a un contexto en el que predominan valores monetarios.
Una anotación personal, cuando estábamos ensayando el primer día en Acordes, Tuztúz me preguntó, mientras me pasaba un libro, si ya lo había visto, al recibirlo me sorprendió ver una copia de El oficio del lector, una antología de ensayos de Baldomero Sanín Cano, publicada por la Biblioteca de Ayacucho (la colección más completa de la cultura literaria latinoamericana). Sanín Cano es oriundo de Rionegro, nació en 1861, fue muy amigo de José Asunción Silva –se supone que el poeta se suicidó en la casa de Baldomero- y gracias a él se renovó gran parte de nuestra cultura debido a su vasta erudición, a que hablaba italiano, alemán, inglés, latín y danés, además introdujo muchos pensadores y poetas europeos que en nuestro país apenas si se conocen actualmente. Este hombre fue fundamental para la literatura latinoamericana de finales del siglo XIX y comienzos del XX, a pesar de que escribió ensayos y artículos de periódico. Esta es una invitación a leerlo.
Siguiendo con Acordes, las dos funciones que hicimos estuvieron cargadas de sucesos singulares, por ejemplo, el primer día, en el disparo al final de la obra, la bala salió sin garbo, como soplada, casi en silencio, lo que hizo que al siguiente día se tuviera que compensar con dos disparos ese acontecimiento sin antecedentes en nuestro trajinar con esta obra. Las luces, por un descuido del técnico –o sea yo– estuvieron saltando al principio de la obra. Y como salir de casa sin olvidar algo no es salir, dejamos la sal y el desmaquillante, por lo cual, con la primera nos tocó solucionar poco antes de iniciar la obra –un perro casi me muerde cuando salí disparado a conseguirla- y respecto al desmaquillante, los tres actores tuvieron que regresar a El Carmen pálidos, pálidos, como si hubieran estado muertos . Al segundo día ya estábamos preparados.
La última vez que estuvimos presentando Los polis en Acordes, había un extraño ambiente de soledad y nostalgia. Esta vez el panorama fue otro, asistieron bastantes espectadores, en su mayoría jóvenes y La flaca (Cristina) y Coqui -ya averigüé el nombre, Jorge Iván- no se les notaba ese aire lánguido de la vez anterior; cosa que nos alegra profundamente.
Felipe Castaño, 22 de agosto de 2023